El mar Mediterráneo abarca aproximadamente 2,5 millones de metros cuadrados. ¿No es demasiado grande para ser un mar?, me pregunto.
Para miles o millones de personas, un mar puede no significar nada o muy poco. A mí me encanta el mar. Me gusta por su imponente presencia, por su magnificencia y porque me recuerda, con sus bravas olas, que la naturaleza es más grande que el hombre, aunque tratemos de convencernos de lo contrario.
Siempre que pensé en el mar Mediterráneo, antes de conocerlo, me imaginaba sus costas doradas, bañadas por un sol enceguecedor en pleno verano, y lo conocí a fines de un invierno en Barcelona, en un frío día de lluvia.
Tampoco asociaba Egipto con el mar Mediterráneo. Y, sin embargo, el Mediterráneo del «otro» lado es hermoso. Mucho más caluroso y soleado, mucho más como yo lo imaginaba cuando nunca lo había visto. No es el continente que yo imaginaba cuando pensaba en el Mediterráneo. No es Europa, es África.
Una vez que ya estábamos planificando nuestro viaje a Egipto, se me ocurrió que tal vez podríamos visitar Alejandría, una ciudad que da al Mediterráneo y es la segunda en importancia en el país, luego de El Cairo. Debo admitir que no es la típica ciudad egipcia donde uno vaya a encontrar pirámides de dinastías muy antiguas, ya que corresponde a una etapa grecorromana. La última era faraónica culminó allí (con el reinado de Cleopatra VII), al igual que su faro y su biblioteca.
Tal como su nombre lo indica, fue fundada por Alejandro Magno en el año 332 a. C. La llamaban La ciudad de los Mil Palacios, entre los cuales estaba el de Cleopatra. Fue una ciudad portuaria, centro cultural del mundo antiguo y una de las más ricas y poderosas de la época.

La antigua Alejandría fue una ciudad que se hundió en el mar. El 21 de julio del año 365 d. C., un gran tsunami devastó las costas del Mediterráneo suroriental. Era uno más de una serie de movimientos de tierra y maremotos que se sucedieron hasta el siglo VIII para anegar esa parte del continente, que quedó parcialmente sumergida bajo el mar. El suelo no soportó el peso de los suntuosos templos y palacios alejandrinos, por lo que fue cediendo y, con ayuda de la subida del nivel del mar, la ciudad pronto se vio cubierta por el agua y el barro.

También ardió bajo las impiadosas llamas. La antigua Biblioteca de Alejandría, se comenzó a construir por órden de Ptolomeo I Sóter alrededor del siglo III a. C (un gran coleccionista de libros, un macedonio que fue escudero de Alejandro Magno y que lo sucedió en el trono luego de su muerte), fue víctima de un incendio que la dejó reducida a cenizas. Había sido terminada durante el gobierno de Ptolomeo II, hijo y sucesor de Ptolomeo I. Poco se sabe acerca de los responsables: romanos, egipcios cristianos y musulmanes se culparon unos a otros por el suceso. Es una verdadera pena, ya que fue la biblioteca más grande del mundo antiguo y, según dicen, contenía la mayor cantidad de manuscritos del mundo. Aunque la nueva Biblioteca Alejandrina se lleva el premio por ser el edificio más hermoso y moderno que vi en Egipto.

El famoso Faro, erigido durante el reinado de Ptolomeo II, se derrumbó en el siglo XIV a causa de un terremoto. Junto con las Gran Pirámide de Giza, el Faro sobrevivió a las Siete Maravillas del Mundo Antiguo, aunque para 1480 las ruinas del mismo fueron reutilizadas por el sultán egipcio Qaitbey, quien mandó a construir una fortaleza (a la que le puso su nombre) justo en el extremo de la isla de Pharos, donde se ubicaba la antigua maravilla.
El Fuerte de Qaitbey, que tuvo fines militares en su época, se puede visitar hoy en día. Es recomendable acceder a sus terrazas, ya que allí el viento hace llegar algunas gotas frescas del Mediterráneo para humedecer la piel (aunque la sal marina hace arder los labios), y además se puede disfrutar de una hermosa vista, tanto de la ciudad como del mar. Desde allí se puede sentir lo azul del mar, lo vasto que es, lo lejos que llega. El Mediterráneo, el mar grande, centro del viejo mundo conocido, llega a las costas de tres continentes.

A excepción de la nueva Biblioteca, poco me interesa de la nueva Alejandría lejos del mar. Hoy en día es una ciudad portuaria, una ciudad con mar pero sin grandeza. ¿En qué momento de la historia las cosas cambiaron para Alejandría? ¿Fue su mala suerte, su Faro derrumbado, su Biblioteca incendiada, sus palacios sumergidos, las malas elecciones de sus gobernantes?
La Alejandría actual, sin dudas, tiene poco que ver con la vieja ciudad que fue centro del mundo conocido. Creo que nunca podremos saber con certeza qué nos dejó a la Humanidad como legado y qué se sumergió junto a sus palacios y su faro de mármol, o qué se incendió junto a sus libros. El Mediterráneo, testigo hace siglos de su desdicha, se mantiene en silencio. Tal vez el mar y la ciudad hayan llegado por fin a un pacto por los siglos de los siglos.
excelente blog! ya te estoy siguiendo. as sido ganador de los premios Liebster 🙂 http://yamlilazoe.wordpress.com/2013/06/07/premios-liebster-2013/
hola yamila! muchas gracias! :d un onor!