Hace algunos días, volviendo del trabajo, tuve una charla con un taxista que me dejó pensando. Básicamente se trató de una conversación que rondaba la cuestión económica de muchas personas que, como él, tienen problemas para llegar a fin de mes. «Todo está muy caro», me decía. Le di la razón; yo también vivo en un día a día en el que voy al supermercado, pago impuestos y veo todo aumentar como si no hubiese tope.

También hablamos del cansancio en esta época del año. La gente siente que, habiéndose tomado sus 15 días de vacaciones en enero (o febrero, en su defecto), el calendario se le hace cuesta arriba y todavía les falta medio año para irse sus dos semanas a la Costa. En cambio, yo volví de viaje hace un mes y monedas. Tengo que trabajar como todos, tengo que pagar impuestos como todos, y tengo vacaciones como todos, pero siento que no me alcanza. Yo quiero viajar mucho, quiero conocer el mundo. El trabajo, entonces, es un medio para juntar plata y seguir viajando.

Trabajo porque tengo cuentas que pagar y porque, gracias a mi trabajo, puedo seguir viajando. Cuando tengo un mal día en el trabajo, visualizo un viaje futuro o pasado y me siento mejor. Me gustaría viajar más y trabajar menos, es cierto.
Regresemos a la charla con el taxista: hubo un momento en que me dijo que no entendía cómo la gente se endeudaba para disfrutar 15 días y pagar las vacaciones durante todo el año. Ahí tuve que discrepar. Si bien es cierto que resulta ilógico pagar unas sumas increíbles de plata para vacacionar en la Costa Atlántica, viajar no me parece en absoluto un gasto improductivo. Aunque, lamentablemente, mucha gente lo ve desde esta perspectiva.
El taxista fue más lejos todavía: «A mí me gusta trabajar», me confesó, «Es lindo trabajar. Pero no entiendo cómo la gente se gasta en 15 días la plata que ahorraron durante todo el año. Yo prefiero quedarme en mi casa para no gastar«. El punto de vista de este señor es válido, obviamente; no es mi intención desmerecerlo. Pero me puse a reflexionar seriamente sobre el concepto que tiene mucha gente acerca del viajar (viajar adónde sea, no importa si son 15 días en la Costa o un año por el mundo). Desde esta perspectiva, el trabajar es útil; en cambio, el viajar es un derroche (¿de dinero? ¿de tiempo? ¿de vida?).
¿Creería este señor, tal vez, que la felicidad es superflua? ¿Él guardaría el dinero con qué fin? ¿Para amontonar billete sobre billete? Tal vez no tiene la posibilidad de guardar esa ganancia mensual y, desilusionado de la vida, todo aquello que se salga del eje de trabajar-pagar cuentas es gasto improductivo. ¿Qué es útil para el ser humano? Ni siquiera Georges Bataille nos lo podría responder, ya que este autor afirmaba que no hay ningún medio que permita a los hombres y las mujeres discernir lo que es útil de lo que no lo es.
¿Es útil el placer? ¿Es útil sentir? ¿Es útil admirar un cuadro, una escultura, un edificio? ¿Es útil creer en Dios, en Buda, en Yahvé, en Alah? El gasto improductivo sustrae a la esfera humana del trabajo, y todo lo que no sea producir-y-consumir-lo-necesario-para-seguir-produciendo, es considerado inútil. Depende de cada sociedad, por supuesto; cada una determinará qué es útil para sus miembros.
También puede pensarse, como deslizó el chófer del taxi, que el lujo de viajar está únicamente reservado a aquellos ricos que no necesitan arremangarse y trabajar. ¡Gran error! Más allá de lo que muchos creen, viajar no es sólo para millonarios. Si yo trabajo todo el año para poder viajar algunas veces durante dicho lapso, ¿a quién hago daño? Yo no tengo el último Smartphone, ni me visto con ropa nueva todos los días, ni tampoco tengo una mansión o una Ferrari. No, señor taxista, mi derroche -como usted podría decirlo- es viajar. Y cuando todas esas cosas materiales con las que abarrotamos nuestras vidas estén viejas y rotas, nadie va a quitarme mis experiencias, mis recuerdos, mis momentos de felicidad al viajar.

El viaje -qué ironía- en taxi no duró mucho. Al cabo de unos quince minutos, me dejó en la puerta del edificio donde vivo. Le deseé que tuviese una buena tarde, porque parecía una buena persona. Y sentí un poco de pena -para variar, yo sintiéndome culpable por mi suerte y la desgracia de los otros- porque no todos tenemos las mismas oportunidades en la vida. Lo más triste es cuando se tienen las mismas oportunidades pero se pone el foco en lo intrascendente. Para mí, el gasto superfluo es llenarme de cosas que no me hacen falta sólo con el fin de ostentar, en vez de guardar millones de instantes y experiencias que no necesito mostrarle a nadie.
es muy cierto lo que decís, y en unos deías estaba por escribir un post sobre este tema también. a mi, tal como te pasa a vos, también me da pena que la gente no persiga sus sueños y se conforme con la situación que se le presentó, sin preguntarse si eso le gusta o no.
si el taxista es feliz aciendo lo que hace, me parece perfecto. pero si no es feliz, ahí es cuando nos genera tristeza. quizás algún deía se dé cuenta de que no todo es material en la vida, y cambie algo para sentirse más feliz. o quizás, cuando se dé cuenta sea demasiado tarde.
para los marginalistas, el gasto depende de la utilidad que le surja a cada uno. es decir, que cada uno tiene una propia función de utilidad. Claramente al taxista le parecerá improductivo viajar y a vos todo lo contrario; en ciertos casos se puede dar que ambas cosas pueden ser muy útiles y ahí comienza a jugar el famoso «costo de oportunidad» (opto por una cosa en vez de otra).
viéndolo desde otro punto de vista. los bienes de uso tienen una desventaja frente a los viajes. cualquier cosa que te puedas llegar a comprar, sea para tu casa, auto o lo que sea, siempre va a haber uno mejor. asi te compres el Iphone 5 mañana saldrá el 6, o si te compras un led de 32 hay uno de 40 50 60 smart, más Smart y otro que te lava la ropa. entonces siempre vas a quedar insatisfecho, más allá de la felicidad de haber conseguido lo que ayas comprado. en cambio, viajar, es una experiencia, y como tal dependiendo de la persona es diferente e irrepetible. el experimentar no entiende de gastos. las experiencias no son mas caras o baratas. Son experiencias. uno podrá plantearse el hecho de «pude ir a un hotel mejor», pero yendo a ese hotel mejor, capaz no te cruzabas con ese alemán borracho que me ofreció cerveza en eny, o el colombiano que cuando le dije «fernet con coca» pensó que a un aperitivo le poníamos cocaína.
saludos.
qué coincidencia! Parece que no soy la única con estas reflexiones.
la verdad, no puedo decir si el taxista era feliz o no, pero hizo varios comentarios que me hicieron pensar que no estaba muy contento que digamos. lo que me parece mal -siempre desde mi punto de vista, obvio- es venerar el dinero y considerar que está bien consumir objetos sólo por seguir el «ritmo de vida» de la mayoría de la sociedad. aunque también el turismo puede ser un producto, pero al ser algo intangible. es diferente.
Gracias por pasarse! Espero leer pronto ese post sobre el tema!
maxi, gracias por aportar el enfoque económico al debate! me quedo con la segunda perspectiva que mencionás, obviamente.
por otra parte, tengo que preguntarte algunas cosas sobre eny. después te digo.
saludos!
reblogueó esto en el Blog del turista..
110 % de acuerdo con lo que decís. en mi caso en un momento de mi vida pensaba como el taxista , hasta que hace unos años la cabeza hizo click y empece a mi manera a explorar el mundo.
Ahora tengo la filosofía como también decís ,que el trabajo sea el medio por el cual tenga la chance de juntar la plata para realizar lo que realmente quiero que es dar la vuelta al mundo.
Saludos y muy lindo el blog 🙂
hola nico! en primer lugar, gracias por el elogio al blog :d
está bueno hacer el click, te diste cuenta que lo que te apasionaba era viajar. Creo que se aplica a cualquier pasión que uno tenga; la nuestra es viajar pero podría ser otra cosa, lo que sea que te haga feliz.
saludos! :d