Esa madrugada de lunes nos despertamos temprano porque teníamos que partir hacia Gare du Nord (París) para tomar el tren Eurostar a Londres. Recuerdo perfectamente que el tren salía a las 7:13 am. Como el billete indicaba que debíamos llegar media hora antes del arribo, salimos con mi novio del hotel alrededor de las 6:00 am.
El primer inconveniente lo tuvimos al tratar de abrir la puerta principal. El hotel –del que ya hablaré en alguna oportunidad- no tenía recepción las 24 horas. Estuvimos varios minutos intentando descifrar cómo salir de ahí, ya que la puerta estaba cerrada. Los nervios me estaban matando, casi me pongo a llorar. Creí que nunca íbamos a poder salir de ahí. Sin embargo, mágicamente logramos salir.
Habíamos perdido un buen rato con eso, y otro rato caminando por las calles de Montmartre –y arrastrando la valija- hacia el metro. Si bien no estábamos muy lejos de la Gare du Nord, preferimos ese medio de transporte, ya que un taxi nos representaría: a) un par de euros que no queríamos gastar y b) un taxista engreído que pretendería no entender nuestro francés.

Tomamos el metro de la línea 12 en la estación Abbesses en sentido Porte de la Chapelle y combinamos con la línea 4 en Marcadet Poissonniers hasta Gare du Nord. Admito que no fue la mejor combinación, tardamos más de lo que creíamos y encima estábamos de mal humor todavía por el incidente de la puerta del hotel.

En fin, llegamos al check-in del tren. El empleado de Eurostar nos atendió amablemente pero algo que nos dijo me puso de peor humor: nos teníamos que apurar porque el tren salía 7:04 y no 7:13, con lo cual teníamos diez minutos o más de retraso. “Corran que no van a llegar a pasar por Migraciones”, nos dijo el señor, ya no recuerdo si en inglés o francés.
La fila de Migraciones no avanzaba. Debíamos realizar el trámite ahí y no al llegar al Reino Unido porque se considera que al subir al tren ya se está en su territorio. Supongo que las vías del Eurotúnel que van de París a Londres son británicas y las de vuelta son francesas. Son ideas mías, no lo sé con seguridad.
Mi novio, al borde del ataque de nervios, le pidió a una empleada si nos hacía pasar rápido porque íbamos a perder el tren. La mujer nos miró como diciendo “no tienen mucho tiempo”. ¿Y cómo íbamos a saber que el tren iba a adelantarse? Siendo argentinos, estamos acostumbrados a que todo se retrase, no que se adelante.
Luego del interrogatorio usual para no-europeos, buscamos la vía de escape hacia el tren. Vimos desde arriba a nuestro tren estacionado, listo para irse, y creo que casi morimos. Estaban haciendo el último anuncio. “Lo perdemos”, me dije mientras me aguantaba el llanto y corría con mi valija a cuestas. No puedo explicar lo extremadamente pesada que sentía mi valija en ese momento –más el equipaje de mano y todo eso-.
Ahora lo recuerdo en cámara lenta, pero creo que tardamos menos de un minuto en meternos en el tren. ¿Entramos volando? Por momentos, me recuerdo lejos del suelo. Otros pocos pasajeros que, como nosotros, tampoco se habrían enterado del adelanto, llegaron corriendo detrás nuestro. Un minuto después, las puertas se cerraron. Ubicamos el equipaje y mi corazón volvió a latir.

Luego de haber sufrido esta experiencia, ahora sé que es algo que puede suceder. Jamás en la vida se me hubiese ocurrido que un transporte de cualquier tipo se adelante, mucho más cuando la hora de partida estaba estipulada con mucho tiempo de anticipación. ¿Será la puntualidad europea que se pasa de la línea? Casi perdemos el tren por esa tontería. Así que mi humilde consejo es que verifiquen bien el horario del tren –también aplica para otros medios de transporte- antes de partir, ya que las modificaciones se pueden realizar sin previo aviso y pueden no enterarse como nosotros hasta que lleguen al lugar. Y, por sobre todas las cosas, lleguen mucho tiempo antes del estipulado. Nosotros tuvimos suerte esa vez, pero puede que la próxima no seamos tan afortunados.