Como relataba en el post anterior, los templos de Angkor no se reducen a Angkor Wat. En mi visita conocí otros templos como Bayón, Baphuon y Ta Prohm, todos ubicados en la ciudadela real de Angkor Thom.
Ni bien salimos de Angkor Wat, mi novio y yo nos subimos al tuk-tuk que nos sirvió de transporte aquél día por una módica suma de 15 dólares. Ya sé, no es nada económico para mi bolsillo -cada vez más- apretado, pero era el precio justo por el servicio recibido.
El conductor nos consultó previamente adónde queríamos ir, aunque después de ver Angkor Wat estaba lista para ir al templo que fuese porque sentía que ninguno lo iba a superar.
Así que fuimos camino hacia Bayón, conocido como el «templo de las caras» por las casi 200 caras sonrientes (y bastante tenebrosas) que se encuentran talladas en las 54 torres del complejo. El mismo fue construido a fines del siglo XII de nuestra era, durante el reinado de Jayavarman VII, y es de estilo budista.

Antes de entrar a Angkor Thom, vale la pena admirar su entrada (foto de portada) con las estatuas de piedra y su gran muralla, además de los falsos arcos que decoran las puertas de acceso a la ciudadela.
Lo más impresionante de estar en Bayón es sentir miles de ojos sobre uno mismo pero, al darse vuelta, encontrarse completamente solo. Aquí no hay tantos turistas en masa que desesperan por tomarse fotos, aunque es uno de los templos más famosos del área. Paradójicamente, este edificio representa la intersección entre el cielo y la tierra. Yo diría que es el cielo en la tierra.
Se dice que las caras sonrientes (a veces parecen contemplativas, otras veces levemente alegres) fueron obra del bodhisattva Avalokiteshvara, que inmortalizó al propio rey Jayavarman en la piedra. Supongo que sería a pedido del Supremo, como es costumbre en las monarquías (es decir, se hace lo que el rey quiere).

Luego de recorrer los rincones más difíciles de Bayón gracias a una habilidad cercana al montañismo, decidimos emprender nuevamente el camino hacia el templo siguiente (es así cuando visitas Angkor: ya que estás ahí no te querés perder nada).
La ciudad real de Angkor Thom encierra tras sus muros nueve kilómetros cuadrados de ruinas y templos. Se dice que pudo haber albergado a cien mil personas en su época de gloria. En algún momento de la historia hubo un Palacio Real, hoy desaparecido, además de lagos que ya están secos y murallas derruidas. También leí por ahí que alrededor de Angkor Thom había arrozales, gracias a los cuales subsistía su población y que debido a una sequía los campos se arruinaron, por lo que la gente decidió abandonar la ciudad en busca de un destino mejor.

Mientras que Angkor Wat tiene una influencia hindu, Angor Thom contiene muchas imágenes esculpidas budistas que representan la contemplación, la sabiduría y la iluminación. La ciudadela es una representación tridimensional de la cosmología budista: los planos de algunos templos revelan la forma de una mandala.
El tuk-tukero, que no cumplía funciones de guía, nos llevó a un templo «más pequeño» según su descripción. Pero para mí no fue nada pequeño y estuve al borde de la deshidratación cuando mi novio y yo nos perdimos durante un rato al buscar la salida. El templo en cuestión se llamaba Baphuon.

Dicho templo se encuentra al noroeste de Bayón y fue construido a mediados del siglo XI en honor a Shiva. De una forma similar a Angkor Wat, este templo hindú adopta la forma de «templo-montaña» que representa al Monte Meru, hogar de los Dioses en la mitología hindú.
El Baphuon estaba bastante arruinado. Literalmente es un templo en ruinas. Al parecer, los esfuerzos de restauración no siempre llegaron a buen puerto, sobre todo con el régimen del Khmer Rouge (o jemer rojo). Terminaron con los trabajos de reparación en 2011, 51 años después de su comienzo.

Este fue el templo donde la naturaleza se hizo más presente. No siempre era fácil seguir un camino o un sentido de visita y terminaba metiéndome en la selva sin darme cuenta, hasta que algún buen samaritano me señalaba la ruta correcta.
Por último, después de un almuerzo para juntar energías, seguimos con Ta Prohm, tal vez más conocido como «el templo de Tomb Raider» porque fue locación de la película protagonizada por Angelina Jolie. Aunque tiene otras características que lo definen mejor: es el templo «comido» por la selva. Este monasterio budista está literalmente bajo los árboles y todavía no ha sido «rescatado de la naturaleza». No es raro toparte con la raíz de un árbol en pleno edificio.

Para mí, este templo es uno de los más lindos que visité, sobre todo por la paz y la tranquilidad que se siente en su interior. Los árboles brindan un toque de serenidad que tal vez los otros templos no tienen.
Ta Prohm, al estar en un estado más «natural» que los otros templos, provee la oportunidad de recorrerlo como si fuésemos los primeros occidentales en caminar por allí. La naturaleza te invade de una forma bastante agresiva, como diciendo «acá estoy yo, éste es mi territorio».
Visitar los templos de Angkor ha sido uno de mis sueños cumplidos. ¿Será también el tuyo? ¡Dejá tu opinión o comentario!