La ciudad de Salta tiene muchísimas atracciones interesantes para conocer. Muy cerca de la capital se pueden visitar increíbles paisajes y localidades tan tranquilas como Villa San Lorenzo, por ejemplo. Pero en el centro de la ciudad, una de las estrellas indiscutidas es el Museo Arqueológico de Alta Montaña.
El MAAM fue inaugurado en noviembre de 2004 para albergar a los niños del Llullaillaco, que se trata de los cuerpos de tres pequeñitos que fueron sacrificados en una ofrenda incaica. Los chicos se encontraron en el volcán homónimo, que se encuentra al oeste de la Provincia de Salta, a más de 6700 metros de altura. El edificio donde se ubica el museo data de mediados del siglo XIX y fue íntegramente remodelado por dentro.
Los tres niños fueron hallados en el año 1999 gracias a la voluntad y el esfuerzo de una comisión que partió hacia el Llullaillaco en una expedición financiada por la National Geographic, comandada por el antropólogo estadounidense Johan Reinhard y la arqueóloga argentina Constanza Ceruti. Los relatos de los montañistas que, desde mediados del siglo XX, señalaban la existencia de ruinas previas a la época de la Consquista Española, tardaron casi 50 años en ser escuchados.
Lo increíble de los cuerpos de los chiquitos no es solamente que están en excelentes condiciones de preservación gracias a que se generó un proceso de momificación natural debido a la altura y las temperaturas extremadamente bajas del volcán, sino que estuvieron enterrados en la cima del Llullaillaco durante más de 500 años hasta ser encontrados.
Otro aspecto que a mí me shockeó -visité dos veces este museo en un lapso de cuatro años y me pasó lo mismo- fue la corta edad que tenían los niños al momento del sacrificio. La chica conocida como «La doncella» tenía entre 15 y 16 años cuando fue sacrificada. El cuerpo de «El niño» indica que tenía entre seis y siete años al morir, y «La niña del rayo» (llamada así porque, una vez fallecida, un rayo la alcanzó, quemando parte de su cuerpo y su rostro) tendría unos seis años.
En las dos oportunidades en que pude visitar el MAAM, vi a «La doncella» y, en esta ocasión, a «La niña del rayo». Ambas me ocasionaron sentimientos encontrados: por un lado, una enorme fascinación por la conservación de los cuerpos luego de siglos expuestos a las inclemencias de la naturaleza; y, por otro lado, una especie de tristeza y lástima porque murieron demasiado jóvenes. Entiendo que las tradiciones incas como la capac cocha -el proceso del sacrificio que voy a explicar más adelante- eran parte de su cultura y no es justo criticarlas desde una perspectiva actual. Sin embargo, es imposible no sentir algo de pena por la vida que no pudieron tener esos niños y por el sacrificio que debieron realizar.
El sacrificio de la capac cocha
Desde que el Imperio Inca se expandió al Noroeste Argentino -que entonces no era parte de nuestro territorio, ni había país ni nada semejante- hasta que llegaron los españoles, se cree que se llevaron a cabo numerosos sacrificios de niños en la zona. Incluso se han encontrado cuerpos en Cafayate, al sur de Salta, pero que no estaban tan bien conservados como los del Llullaillaco y no pudieron ser rescatados.
Generalmente se buscaba a niños y niñas bellos, de alta alcurnia incaica, para ofrendárselo al dios Viracocha, el más célebre de los dioses incas. De los tres cuerpos del Llullaillaco, se descubrió que dos eran de familias nobles por los objetos con los que fueron sacrificados, los cuales representaban su status social dentro del Imperio.
Para llegar al lugar donde serían ofrendados, los niños debían caminar miles de kilómetros, desde el corazón del Imperio Inca -probablemente Cuzco- hasta el volcán donde morirían. Esta travesía duraba meses, incluso un año. Al llegar al sitio, siempre un punto alto -alrededor de los 5000 metros sobre el nivel del mar- para estar en contacto directo con los dioses. Una vez ahí, se les daba a tomar chicha a los niños a sacrificar para que se emborracharan y se durmieran. De esa forma, se morían por hipotermia en menos de media hora. Y la naturaleza hacía lo suyo.
La capac cocha no debe entenderse como un acto salvaje sino como un ritual, una «obligación real» que se debía cumplir para que el Imperio tuviese buenas cosechas, que no tuviese plagas ni mayores inconvenientes. Se hacía para estar «en paz» con los dioses.

Visitar el museo
Si estás de viaje por Salta, no te pierdas el museo. Si bien hay tres niños del Llullaillaco, solamente se expone uno a la vez ya que cuentan solamente con una cámara de criopreservación para exponerlos y son muy caras y difíciles de hacer. Es por eso que cada vez que vayas te puede tocar ver una momia distinta como me pasó a mí.
Dirección: Mitre 77, frente a la Plaza 9 de Julio y en diagonal a la Catedral
Precio de la entrada: consultar via e-mail a comunicación@maam.org.ar. Es más caro para extranjeros que para argentinos.
Horarios: de martes a domingos de 11 a 19.30 horas. Cierra los lunes y los feriados tiene horarios especiales (excepto los lunes feriados). Se realizan visitas guiadas al público general y para grupos grandes hay que reservar.
Fotos: no se puede tomar fotografías dentro del museo.
Página web: http://www.maam.gob.ar/
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La visita al MAAM fue posible gracias a la invitación del Ministerio de Cultura y Turismo de la Provincia de Salta, a GGM -la agencia que nos llevó de blogtrip junto a otros colegas de Argentina Travel Bloggers– y a LAN que nos proporcionó el vuelo
Y quería agradecer especialmente al ministro Mariano Ovejero en sus oficinas que nos recibió el día que llegamos a la ciudad y luego nos siguió en el viaje hacia Cachi via Twitter.