Más vale prevenir que curar (o cómo me robaron en un viaje)

Hace algunos años, durante unas breves vacaciones en Mar del Plata, sufrí un robo que me hizo terminar el viaje de la peor manera. Por suerte, fue el día anterior a volverme a Buenos Aires, aunque no resultó nada grato.

Situación: estábamos almorzando con una amiga –con quien había viajado- en un restaurante del centro de Mar del Plata. Como no había a nadie en la mesa que daba a mis espaldas, dejé tranquilamente mi cartera colgada del respaldo de mi silla. Entre la charla y la comida, no me di cuenta que una señora con un nene se sentó justo en la mesa de atrás. No le presté atención porque traía un montón de bolsas, se notaba que recién venía de hacer compras.

Ni bien se sentó, el mozo se acercó para tomarle el pedido. Enseguida, la mujer le dijo que no le gustaba el ambiente y que mejor iba a sentarse en una mesa de afuera del restaurante.

No le presté mucha atención a la situación hasta que llegó el momento de pagar. Dividimos la cuenta con mi amiga, y cuando estaba revisando mi cartera, noté que estaba muy liviana. Tanteé el interior de la cartera con la mano y no sentía mi billetera. Desesperada, la abrí y vi que mi billetera no estaba.

En ese instante, conecté a la mujer con el robo. Me sentía tan estúpida… Dejé a mi amiga en el restaurante (pobre, tuvo que pagar y mantenerme hasta el día siguiente) y corrí a un locutorio para denunciar la tarjeta de débito robada. Cuando me atendieron en el call center de denuncias, me informaron que lamentablemente habían realizado una compra con mi tarjeta hacía 10 minutos. ¿Cómo podía ser? Si yo no la había usado, estaba en el restaurante. Le pregunté al chico que me atendió en qué lugar habían usado mi tarjeta: en un negocio de ropa infantil, me dijo. ¡Perfecto! Yo le había pagado la ropa al hijo de la señora ladrona (con razón venía llena de bolsas, porque había tenido otras víctimas ese día).

Quise reírme porque parecía una comedia. Sin embargo, me largué a llorar. Me habían robado el documento, la tarjeta de débito (y me la habían usado), el carnet de la obra social, entre otras cosas.

Inmediatamente, volví al restaurante donde me esperaba mi amiga. Todos los clientes estaban a la espera de alguna novedad. No faltan los chismosos. Dos señoras que estaban almorzando y habían presenciado la situación (no vieron cuando me robaron, ni ellas ni nadie) me llamaron y me dijeron que si necesitaba dinero para volver a Buenos Aires, ellas me podían ayudar. Les agradecí –me recordaban a mi abuela- y les dije que por suerte ya tenía el pasaje de vuelta, que lo habíamos comprado ese mismo día antes de almorzar.

Al salir del restaurante, fuimos a una comisaría a hacer la denuncia de robo. Los policías no fueron muy cordiales. Me tomaron la denuncia como si fuese normal que a uno le robaran, y me fui.

Al llegar al hotel, la recepcionista nos dijo que habían llamado de un teatro del centro de la ciudad para avisar que habían encontrado una billetera con documentos y una tarjeta del hotel. Rápidamente fuimos a buscarla. Dos chicas habían encontrado la billetera tirada en la calle.

Tenía todo: mi documento, el carnet de la obra social, la tarjeta de débito robada (aunque el dinero no me lo devolvería nadie) y los tickets de varias transacciones de compra rechazados por falta de fondos. La ladrona no sólo me gastó todo lo que tenía en la cuenta, sino que quiso seguir comprando con ella.

Lo que me pregunto es: ¿usó mi documento de identidad cuando claramente no se parecía a mí? Recuerdo que esa mujer era muy distinta a mí, ni siquiera aparentaba mis 20 años de entonces (parecería de 30 o más, por lo que puedo recordar). Y, en caso de no haber presentado mi documento (algo que es obligatorio con cada compra con tarjeta), ¿cómo había podido usarla?

Fui al negocio donde la mujer había usado mi tarjeta y negaron todo. Me mostraron los tickets de las ventas realizadas ese día y ninguna correspondía con mi tarjeta. Era muy fácil esconder las pruebas, pensé. Entonces les mostré los tickets que estaban junto a mi billetera (los de compras rechazadas) y negaron que eso hubiese sucedido en su negocio, aunque fuese el mismo negocio y todo.

Finalmente, me fui al hotel con mi amiga y no salí hasta el día siguiente.

Esta historia finaliza con un consejo: sean muy cuidadosos cuando viajan. Un robo puede arruinarles el viaje o hacerles pasar un momento horrible. Eviten ser tan tontos como yo lo fui, tengan sus pertenencias a la vista y no anden por la calle con objetos de valor que puedan dejar en el hotel/hostel. Pidan acceso a la caja fuerte y guarden sus pertenencias ahí. Se puede viajar tranquilamente sin que les sucedan estas cosas, solamente prestando un poco de atención.

Bonus track: 10 tips para evitar que te roben durante tu viaje.

Nair Felis Rodriguez

Vivo en Buenos Aires desde que nací. Escribo este blog porque me gusta relatar mis viajes; viajo porque me gusta conocer, aprender, descubrir. Soy Lic. en Comunicación, viajera y blogger.

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2 comentarios

  1. Seguramente aquellas personas del establecimiento donde usó tu tarjeta estaban en complicidad con esta mujer, de ser así, ni necesidad de que le pidan el deni. por eso mismo nunca dejo mi bolsa suelta o en la espalda, siempre hay que traerla consigo lo más protegida posible (a menos que estés en Corea y eso. :s) Simplemente hay que tener cuidado y no fiarte de nadie. Buen blog! saludos!

  2. claro, nunca más dejé la cartera colgada de una silla, te lo aseguro!
    saludos!

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