Lo primero que se me viene a la mente cuando pienso en la capital de Vietnam es: motos. Por todos lados, desde y hacia todas las direcciones, siempre circulan motos, fluyen como un río a toda hora.
Cruzar la calle es un caos, como mostré en este video. La primera vez que intenté realizar esta hazaña, lo medité muy bien por un par de minutos antes de tomar el valor para lanzarme a la aventura de llegar al otro lado. La clave es caminar en línea recta, despacito, sin hacer movimientos bruscos para que las motos te esquiven.
A primera vista, con Hanoi hubo amor. Nos recibió con una temperatura amigable, entre los 28° y 30°, y por única vez en el viaje me puse un saquito por la tarde cuando corría una leve brisa. De hecho, los dos primeros días hubo niebla, que nosotros confundimos con smog, pero al tercer día subieron las temperaturas drásticamente y nos terminamos acalorando como en el resto del viaje. En fin, tuvimos unos días de tregua con el calor.
La diferencia con Bangkok era sustancial: Hanoi es una ciudad más asiática, más tradicional. Pero el primer «choque» no viene en sí de lo cultural sino de la presencia militar en cada esquina. Al ser un país comunista, hay muchas libertades «capitalistas» (preferiría decir «occidentales» pero no sería preciso) con las que no cuentan los ciudadanos vietnamitas ni los turistas que visitan el país.

Por ejemplo, Twitter y Facebook están bloqueados. Tengo entendido que esta censura no es oficial, es decir, el gobierno no lo admite pero la prohibición se da en la práctica. Se hacía muy difícil acceder a las redes sociales, sobre todo a la del pajarito, ya que los proveedores de Internet vietnamitas restringen dichas páginas. Ni siquiera podía acceder por el celular, solamente por una computadora en la habitación del hotel, especialmente «desbloqueada» para que los huéspedes puedan entrar a los sitios prohibidos.
Aunque la censura y la presencia militar no lo es todo en Hanoi. También hay señoras con sombreros cónicos de paja queriendo venderte sus productos, a veces de forma insistente y otras veces siendo muy amigables. «10.000 dongs, 10.000 dongs», ofrecían sus bocaditos, que casi siempre se ven muy sabrosos. Y hay señores tomando y comiendo en pequeños asientos de plástico sobre las veredas, en las proximidades de algún puesto callejero o local de comida vietnamita.

Por otra parte, los carteles de propaganda comunista estaban por todos lados debido a los 60 años de la victoria vietnamita en la batalla de Dien Bien Phu, en la que derrotaron a los franceses y fue la última de la guerra de Indochina. Era un gran festejo patrio y no había esquina que no contara con su recordatorio en imágenes. Según un matrimonio de argentinos con los que nos cruzamos en un barcito de la ciudad, estaban de festejos hacía días. Nosotros llegamos justo el 7 de mayo; el mismo día pero en 1954 el Viet Minh (La Liga para la Independencia de Vietnam) se alzaba por sobre el bando colonialista. Todo esto con el gran Ho Chi Minh a la cabeza, según la historia y los carteles contaban (se deducía por imágenes).
Los vietnamitas me parecieron secos, algo distantes, no siempre cordiales. Aquellos que se dedican al turismo son más atentos, están más predispuestos a ayudarte y te sonríen, tal vez por una cuestión obvia: sos su cliente. Pero a otros no les interesa la cordialidad en términos occidentales. Muchos ahorran en sonrisas y son más bien bruscos en el trato. No digo que sean malas personas, solamente me parecieron menos amigables que sus vecinos tailandeses y camboyanos.


Incluso en los negocios: entrábamos a un local a comprar una Coca-cola o un agua y querían vendernos una cerveza desde el vamos; «beer, beer», nos decían. Y cuando les decíamos que solamente queríamos una gaseosa, nos miraban por un segundo y nos cobraban lo que les parecía que debíamos pagar, nunca el precio que le costaría a un local.
¿Y qué decir de los taxistas que merodean por las zonas turísticas? Mi consejo es que nunca te subas a uno si estás en condiciones de caminar. En Hanoi uno nos estafó con el viejo truco de darnos charla mientras el taxímetro corría velozmente, resultando en un viaje de 200.000 dongs por 15 cuadras. Es decir, el equivalente a 10 dólares americanos.
Y si necesitas un taxi realmente, hay dos empresas confiables tanto en Hanoi como en Ho Chi Minh City. Los hoteles seguramente llamarán a una que se llama Mai Linh (autos verdes) o a la otra, Vinasun (con autos blancos que tienen detalles en verde oscuro y rojo). Te recomendaría que no confíes en los taxistas que se te acercan a la salida de los monumentos o templos, pero si lo hacés arreglá un precio antes de subirte.

Algo que me sorprendió fue que las veredas en Hanoi existen pero su uso no está destinado a peatones (o al menos nadie las usa para caminar). Distintos puestos de comida, talleres de motos, estacionamientos improvisados (de motos)… Es como si no existieran transeúntes en la ciudad. Todos viajan en dos ruedas y la ciudad parece haber sido adaptada para darle mejor trato a las motos que a los peatones.
En Bangkok no prácticamente no escuchamos bocinas. No obstante, en Hanoi las bocinas sonaban constantemente. Luego de un rato se volvían el soundtrack de tu vida cotidiana. Motos por todos lados, bocinas a todo momento, y aún así no vimos un solo choque.
Pero entre tanto caos hay un lugar de mucha paz, donde podes relajarte o sentarte a ver la vida pasar: el lago Hoan Kiem (que significa «Lago de la Espada Reestablecida»), el corazón líquido del Old Quarter. Debo decir que los vietnamitas cuidan con mucho orgullo los arreglos florales, el césped, todo lo que tenga que ver con jardinería en esta ciudad luce como si hubiese sido sacado del Palacio de Versailles. Arbustos podados con formas de animales, bellas flores, un césped verde envidiable… Y todo esto abunda alrededor del lago. Al norte del mismo, y en una pequeña isla, hay un templo construido en el siglo XVIII llamado Ngoc Son (El Templo de la Montaña de Jade), al cual se accede a través de un puente rojo muy bonito (llamado Huc, es decir, del Sol Naciente) y que iluminan de una forma muy alegre cuando oscurece.

¿Volvería a Hanoi? Sin dudas. ¿Lo recomendaría? ¡Por supuesto! Si estás dispuesto a pagar la visa, que no es muy económica, y andás por el Sudeste Asiático, no te pierdas esta ciudad. La vas a amar u odiar, pero no te va a dejar indiferente.
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La foto de portada fue tomada en el lago Hoan Kiem.
No sabía que las redes sociales no funcionaban en Vietnam. Yo me conecté desde el hotel (claro, ni se sentía) y una vez fui a un cyber y casi no andaba, pero como todo el cyber era malo y ninguna página agarraba, pensé que era el problema del cyber. Otra cosa: los cyber son muy difíciles de encontrar!!!
Hola Fer! Yo también me conecté en el hotel, era el único lugar donde me funcionaban las redes sociales. Gracias por el dato de los cybers!! 😀
Abrazos!