Fecha del viaje: Marzo 2012

Veníamos de París en tren con mi novio. Ya dije que amé la capital francesa, la adoré a pesar de todo. Sí, a pesar de ciertos parisinos, del olor, de la mugre. Hay que amar a pesar de. Es difícil.

Sin embargo, mis primeras impresiones de Londres fueron “ni aun así”. Estaba en la capital de Inglaterra, qué bien. No sé si era el cansancio, que llegamos muy temprano. Me habían hablado maravillas de la ciudad, así que pensé que iba a ser una gran experiencia.

La famosa Trafalgar Square, donde se ubica la National Gallery. Ahí estaba ubicado el contador del tiempo que faltaba para los JJOO.

No digo que Londres no sea una gran ciudad. Sólo digo que no me enamoré. Estuvo bien, digamos, fue divertido por momentos.

Lo que más me gustó de la ciudad fue, sin dudas, el underground, mejor conocido como the tube (el subte) porque tiene forma de tubo. Es una genialidad. Los asientos acolchaditos, la puntualidad, la conexión de líneas. Era como el métro de París pero diez veces mejor, si es que eso era realmente posible. Todo limpito, organizado, muy británico.

Baker Street Station. Acá el subte sale a la superficie.

Mentira, lo “británico” es medio dudoso. Estoy segura que los verdaderos británicos no son como en las películas, todos educados y cordiales, como indica el imaginario popular. Y antes que ingleses, vi más indios –dícese del natural de la India, lo leí acá-, pakistaníes, japoneses y quién sabe qué otra nacionalidad que ya olvidé.

Algo que me costó muchísimo fue entender a las personas cuando hablaban. Algunos tenían una pronunciación muy cerrada. Y yo me preguntaba a cada rato: “¿qué me dijo?”.

Me gustó mucho el barrio donde nos hospedamos, Bloomsbury (preferido por un grupo de intelectuales que se «juntaba» ahí, como Charles Dickens, Virginia Woolf, Charles Darwin), que es la zona “estudiantil” de la ciudad. Es el barrio de las librerías y las universidades; la mayoría de las casas de altos estudios londinenses están ubicadas en este lugar. Cerca del departamento que alquilamos estaba el British Museum, además de estar a unos pocos cientos de metros de St Pancras Station y de King’s Cross, importantes estaciones de trenes y underground de la ciudad.  El ambiente es muy bueno y el barrio es muy bonito. Recomendable 100 %.

Tal vez lo que me molestó de Londres –y de los londinenses- es ese exacerbado nacionalismo que, por momentos, me parecía fingido. Las banderas del Reino Unido por todas partes, las alabanzas a la realeza, toda esa parafernalia tan distante a mi querida Argentina. Y sí, también la rivalidad de ambos países (o debo decir, de mi país y este reino) me jugó inconscientemente en contra.

Me hice amiga enseguida de los buses rojos de doble piso, famosos iconos londinenses. Como habíamos comprado un pase por 7 libras que servía para cualquier transporte del área 1-2, fuera de la hora pico (off-peak), nos subíamos a cada rato a los buses. A esta altura del viaje me dolían mucho los pies, y qué mejor manera de dar un paseo que en el piso de arriba, sentada frente a la vista increíble de la parte delantera. Era como tomar el bus turístico pero mucho más barato. Puedo decir que gran parte de lo que vi en Londres fue arriba de uno de estos buses.

Los famosos buses rojos de doble piso

Al reflexionar, creo que fue el exceso de frialdad y orden lo que me generó cierto rechazo hacia esta ciudad. Todo era frío, falto de charme (en sentido francés), de alma. A mi alrededor era todo muy industrial (veía huellas de la Revolución Industrial en todos lados), todas las fachadas de las casas eran iguales, los edificios eran iguales. Y esto, que tal vez para algunas personas resulte encantador, para mí era una falta, una ausencia. No pude evitar comprar Londres con París… Porque París lo tenía todo y Londres… era una ciudad más. Sí, una gran ciudad, muy bonita, es cierto. Pero era solamente otra ciudad. Es como una hermosa persona, con una belleza física increíble y gran armonía corporal, pero sin carisma, sin sentido del humor. Tan perfecta Londres, tan lejos del desorden y tan fría.

No obstante, no quiero ser injusta con esta ciudad. A la mayoría de la gente le encanta. Creo que merece una segunda oportunidad (una tercera, una cuarta, diría mi novio), pero eso sí: no después de visitar París.

Nair Felis Rodriguez

Nair Felis Rodriguez

Vivo en Buenos Aires desde que nací. Escribo este blog porque me gusta relatar mis viajes; viajo porque me gusta conocer, aprender, descubrir. Soy Lic. en Comunicación, viajera y blogger.
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11 comentarios en “Mis primeras impresiones: Londres

  1. a mi me pasó lo mismo. viajé el pasado mes de junio y tenía muchísimas ganas de ir, pero llegué allí y me dejó un cierto mal sabor de boca. me esperaba mucho más de la ciudad. más cosas para ver, que fuese más bonita, y sobre todo, que fuese más alternativa, porque de alternativa solo tiene Candem town, el resto, como tú dices, frío, ordenado, igual a todo lo demás. quizá en un futuro vuelva, a ver si descubro la ciudad con otros ojos :).

  2. qué sorpresa! no recuerdo haber leído a otros viajeros no enamorados de londres. me gusta leer una «crítica» así. a veces, me da la sensación que uno evita la crítica por el recuerdo del viaje y termina viendo belleza o amor dónde no lo ubo!

  3. es verdad, a la mayoría de la gente que conozco le encanta londres. no es que no me aya gustado, pero. me parece una ciudad fría, industrial. no es el tipo de ciudad que prefiera. Hay que ser justo con las ciudades y con el estado de ánimo de uno cuando las visita! 🙂

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