¿Cómo mantener vivos los lugares cuando ha pasado mucho tiempo desde que estuvimos ahí? Eventualmente, olvidamos los menos importantes, se van tornando borrosas las direcciones, los días y las horas. Ya no sabemos si fuimos aquí o allá, o si doblamos a la izquierda en la esquina del banco y caminamos dos cuadras para llegar a la plaza. O si tomamos el metro de tal línea o tal otra.
Sinceramente, creo que los lugares que permanecen intactos en nuestra memoria por más tiempo son aquellos que nos impresionaron, que nos dejaron sin palabras, que nos hicieron divertir o tal vez donde conocimos al amor de nuestras vidas, quién sabe.
Me enamoré de Barcelona a simple vista. Fue la primera ciudad europea que conocí, la primera fuera de mi continente, la primera de España, Es una ciudad con tanta cadencia que no te hace sentir en ningún momento que no estás en una capital. En ella conocí al arquitecto Gaudí, uno de esos locos que nos dejaron su obra para recordar que el mundo puede no ser como la lógica nos indica.
Si pienso en Gaudí, pienso en el Park Güell. Tal vez lo hayas oído nombrar o hayas visto fotos. Es un parque enorme en la parte superior de la ciudad. Pensado como barrio cerrado, fue diseñado por este genio loco catalán llamado Antoni Gaudí, y que fue el máximo exponente del modernismo catalán en Arquitectura.

Un poco de historia
El que originalmente fuese concebido como una urbanización privada de algunas decenas de casas, por encargo del empresario Eusebi Güell (quien le dio su nombre al parque), se construyó entre 1900 y 1914. Sin embargo, fue una de las mejores obras de Gaudí y la coronación de su estilo extremadamente personal y naturalista, basado en las formas orgánicas de la naturaleza.
Güell y Gaudí, juntos, idearon este complejo donde construirían viviendas de alto standard, equipadas con las últimas novedades en cuanto al confort hogareño, y rodeadas de un increíble ambiente natural, con árboles y plantas a granel. El arquitecto no ahorró en simbolismos de todo tipo, incluso políticos y religiosos, que también compartía el empresario. Así, se vieron plasmados conceptos propios del catalanismo político -en la entrada se representan los Países Catalanes- y de la religión católica -por ejemplo, en el Monumento al Calvario, que fue pensado, en un primer momento, como una capilla-.
El proyecto del arquitecto y su mecenas fue un fracaso comercial: se pensaban edificar 60 viviendas en el parque, rodeadas de jardines y sobre parcelas un poco caras para la época. Además, estando la zona poco urbanizada y alejada del centro de Barcelona, a pocos les interesó esta innovadora propuesta inmobiliaria. Sólo se vendieron dos parcelas: la actual Casa-Museo Gaudí, donde vivió el arquitecto durante casi dos décadas, y la otra, la Casa Trias, fue adquirida por un amigo de Gaudí y Güell.
Con el inicio de la Primera Guerra Mundial en 1914, el proyecto llegó a su fin. Güell falleció en 1918 y sus herederos vender el parque al Ayuntamiento de Barcelona, que lo convirtió en público. Luego de la muerte del arquitecto, en 1926, el parque abrió sus puertas a los barceloneses y se convirtió en uno de los puntos más importantes de la ciudad, incluso a nivel turístico.

El parque, hoy
El parque nos recibe, en su entrada principal, con grandes puertas de hierro, una gran cruz sobre una especie de minarete (hay algo islámico en la arquitectura de Gaudí también) y, sobre todo, muchos, muchísimos turistas. Mi primera impresión fue: «por Dios, estoy en el mundo de Alicia en el País de las Maravillas». También en esa entrada nace la muralla que rodea una parte del parque pero que no fue concluida.
La gran escalinata se ve enseguida, y lleva a una sala Hipóstila (llena de columnas). Junto a los escalones se encuentra el famoso lagarto de cerámicos.
¿Por dónde empezar el paseo? Imperdible, subir a la Plaza de la naturaleza, ideada en un principio para albergar un mercado del complejo, pero el mismo nunca llegó a construirse. Unas de las mejores vistas de Barcelona -si les toca un bello día, no como a mí que me llovió- se obtienen desde aquí. Me encanta el trabajo realizado por Gaudí en este área particularmente, con las cerámicas y azulejos quebrados, creando nuevas formas. Hay asientos para tomar un descanso y admirar la zona.

También es muy divertido caminar por el Viaducto del Algarrobo. Literalmente sentí que estaba deambulando dentro de un árbol. Este semi-túnel abierto es de estilo barroco y sus columnas pretenden ser olas. ¿Muy loco, no?
El parque es inmenso y probablemente te lleve un día recorrerlo entero. Yo pasé una mañana entera y dejé mucho por ver, inclusive la Casa-Museo. Habiendo estado en la Casa Batlló, me había hecho una buena idea de cómo podría ser una casa gaudiana. Definitivamente, cuando vuelva a Barcelona, me daré otra vuelta por el Park Güell.

Información útil
Actualmente, se puede visitar el Park Güell de forma gratuita, aunque desde el próximo 25 de octubre se deberá abonar una entrada. La misma se puede adquirir con anticipación en su página oficial, y tendrá un valor de 7 euros (niños hasta 6 años gratis, de 7 a 12 y mayores de 65 años, 4,90 euros). En las taquillas el precio es de 8 euros por adulto y 5,60 para los niños de 7 a 12 y los mayores de 65.
Según algunas fuentes, se puede llegar en metro pero las estaciones están algo alejadas, Si tomas la línea 3 del metro, te podés bajar en Vallarca y hay unas escaleras que te llevan al parque. Yo me bajé en Lesseps, estación de la misma línea, y seguí los carteles turísticos. Eso sí, tuve que ir cuesta arriba, en su sentido más literal.
También se puede ir en autobús. Las líneas que te dejan cerca son: 24 – 31 – 32- H6 – 92 – Bus del barri 112 -Bus turístico línea azul.
Dirección: Carrer d’Olot 7
Está abierto todos los días del año de 8 a 21 horas.