Coliseo romano: las huellas de un pasado que no volverá (pero que sigue en pie)

No me sentí rara en Roma hasta ver el Coliseo. Pero, ¿cómo me voy a extrañar ante uno de los monumentos más importantes de la Ciudad Eterna?
Para mí, es simple de explicar: no hay muchas diferencias culturales entre italianos y argentinos, teniendo en cuenta que gran parte de la inmigración que llegó a mi país durante el siglo XX provenía de la golpeada Italia. Lo que me sorprendió del Coliseo, en realidad, es que delata la existencia de otra época: un tiempo muy muy lejano, donde la tecnología de hoy no era ni siquiera un sueño, donde la cultura y la sociedad romanas eran distintas, una época pre-moderna.

Arquitectura romana: las fuentes de agua

La arquitectura es, para mí, una forma de entender el paso del tiempo. No sólo eso, es también un testimonio de cómo fueron y cómo son las sociedades. Incluso, en algunas ocasiones, cierto tipo de arquitectura innovadora puede indicarnos cómo será o hacia dónde irá una sociedad.
Dice un rumor que los romanos han tenido siempre un amor incondicional hacia las aguas públicas. Para citar algunos ejemplos, podemos pensar en los acueductos o en las aguas termales de la Antigua Roma. ¿Y las fuentes que adornan (y refrescan) por doquier a la Ciudad Eterna?

Comer y amar (lo de rezar te lo debo)

Cuando vi la película protagonizada por Julia Roberts, titulada Comer, Rezar, Amar, me dieron muchas ganas de ir a Roma, la primera ciudad a la cual viaja el personaje. En esta parte de la película, Elizabeth Gilbert -así se llamaba el personaje basado en una persona real- se la pasaba comiendo, comiendo y comiendo.

Es imposible que mi amor por Italia no esté relacionado con el comer. Fue una de las cosas que más disfruté durante mi visita al bel paese.