Hace casi un año mi amiga Gisella me dio una noticia inesperada: se iba a vivir a Santiago de Chile. ¿Qué? ¿Cómo? Mis amigos y yo no lo podíamos creer. Luego de idas y vueltas, posibles fechas tentativas, que sí, que no, finalmente fui a visitarla hace unos días.
El viernes pasado, muy temprano por la mañana (madrugada), partimos junto a mi novio Sebastián hacia la capital chilena. Cual zombies nos metimos en un taxi que nos dejó en Aeroparque unos minutos luego de las 4 am. Quienes me conocen saben que detesto despertarme temprano (bueno, en realidad esa noche no dormí), pero por mis amigos (y por viajar) hago el esfuerzo.
Antes de las 6 am ya estábamos en el aire en un Embraer 190 de Aerolíneas Argentinas (De Austral, en realidad). Quería estar despierta para cuando cruzáramos la Cordillera de los Andes, ya que nunca había hecho ese vuelo, pero el sueño me venció y caí rendida ni bien terminé el desayuno, que consistía de un budín ¿de pan? marmolado y un café + un jugo de naranja. Sin embargo, unas señoras que iban en la fila de atrás no pararon de hablar y me desperté al rato, justo a tiempo para ver los Andes desde el aire en el momento previo al amanecer.

Yo no conocía Santiago de Chile, aunque tampoco puedo decir que ahora conozca bien la ciudad luego de tres días de estadía. Sin embargo, hice algo de turismo y conocí lugares típicos que luego contaré. También hice bastantes compras, ya que en Santiago hay más shoppings que cerros, jaja.
Llegamos poco después de las 7 am (hora chilena, que es una menos que en Argentina) y fuimos directo a comprar pesos chilenos. No obstante, nos encontramos con un cambio malísimo, ya que nos querían dar 37 pesos chilenos por cada argentino, cuando en Buenos Aires los venden a 69 por peso argentino. Admito que fue nuestra culpa no llevar las divisas desde acá, es que no tuvimos tiempo de hacer la transacción de compra de moneda extrajera a través de la AFIP y luego ir al banco a comprar (no en todos los bancos venden pesos chilenos).

No cambiamos nada, sabiendo que en alguna casa de cambio de la ciudad conseguiríamos algo mejor (no mucho mejor). Nos fuimos a los mostradores de transfers, que son unas combis que te llevan desde el aeropuerto a Santiago (y viceversa); es un servicio puerta a puerta. Como estábamos cansados no quisimos hacer la combinación maratónica de bus + metro + caminar, así que optamos por el transfer, que nos cobró 7400 pesos chilenos (ARS 105 + el 35 % de la AFIP). El taxi costaba CLP 21.000 (ARS 300 + el 35 %), así que desistimos de esa opción porque era muy cara.

Hay dos empresas que te llevan desde el aeropuerto a la ciudad (y al revés) por CLP 1500 aproximadamente: una se llama Centropuerto y la otra Tur Bus. Yo opté por esta opción a la vuelta (tomé el bus de Centropuerto por CLP 1450 cada pasajero), ya que el transfer iba a tardar más de una hora y no tenían disponibilidad para el horario que yo necesitaba. Viajé en el metro de la línea 1 hasta la estación Pajaritos (mi amiga vive en Las Condes, así que es casi un viaje de cabecera a cabecera), donde hay una terminal de ómnibus que te llevan a Valparaíso, Viña del Mar y otros destinos, y tiene aparte una mini-terminal de servicios al aeropuerto de Santiago.

El transfer nos dejó una hora después en casa de mi amiga en el acaudalado barrio de Las Condes. Su departamento tenía enormes ventanales con impactantes vistas a los Andes. Tuvimos suerte, ya que llegamos un día soleado y dicen que luego de las lluvias en invierno, los días siguientes está despejado y la vista desde los cerros es magnífica. El clima en Santiago es crucial para hacer turismo, ya que los días nublados no se puede apreciar la metrópolis desde lo alto.

Después de una necesaria siesta, partimos hacia el shopping Alto Las Condes, cercano a la casa de Gisella, para ir a comprar pesos chilenos y almorzar algo. El cambio que nos ofrecían seguía siendo malo, así que nos fuimos hacia la estación Manquehue de la línea 1, ya que enfrente había una casa de cambio, donde terminamos aceptando el cambio 40 a 1 (era poco pero ya no podíamos caminar más y no teníamos pesos chilenos en el bolsillo).
Tras haber conseguido divisas chilenas, nos tomamos el metro en Manquehue rumbo al Cerro San Cristobal, previa recarga de la tarjeta BIP! que nos prestó mi amiga (similar a la SUBE acá en Argentina). El metro de Santiago tiene un esquema de tarifas por horarios que se explica en el siguiente cuadro:
Cada tarjeta BIP! cuesta CLP 1400 y la recarga mínima es de CLP 1000. El transporte en Santiago es bastante caro si se lo compara con Buenos Aires, ya que un viaje en metro o bus cuesta alrededor de ARS 12 (incluyendo el 35 % de la AFIP) cuando en mi ciudad cuesta ARS 4,50 el subte y ARS 3,50 el colectivo (en el trayecto diario que hago, aunque el mínimo en colectivo es de ARS 3,00).

Nos bajamos en la estación Baquedano de la línea 1 y caminamos unas 6 o 7 cuadras por la calle Pío Nono (ya sé, es un nombre gracioso) en el barrio de Bellavista, hasta llegar a la entrada del funicular que te lleva hasta el Cerro San Cristobal. Era casi la hora del atardecer, así que cuando llegamos arriba el cielo estaba entre anaranjado y azul eléctrico (la dichosa hora azul), así que pude sacar unas fotos bastante interesantes de la ciudad toda iluminada.
Estuvimos unos 45 minutos tomando fotos y bajamos justo en el último funicular, alrededor de las 19 horas. Luego volvimos por la calle Pío Nono y vimos todo el ambiente de bares en su auge (cuando íbamos camino al cerro, alrededor de las 18, ya había gente sentada en las mesitas de la calle tomando cerveza). El barrio de Bellavista es una buena zona para ir a tomar algo, sería algo así como la zona de Plaza Serrano (Palermo) en Buenos Aires.

Después de un viaje en metro y de habernos perdido, llegamos a casa de mi amiga Gisella y luego volvimos a salir en bus para ir a cenar comida peruana junto a su compañero de departamento y un amigo chileno de ella.
Al otro día arrancamos temprano: fuimos a visitar el Palacio de la Moneda, que es la Casa de Gobierno, ahí donde murió Salvador Allende. La entrada es gratuita pero había mucha gente y además había que hacer fila de hombres y mujeres por separado, previo cacheo de los carabineros y presentación del documento de identidad. Me sentí un poco coercionada con tanto control, así como se sintieron mi novio y mi amiga, así que nos fuimos sin entrar. Gisella ya había entrado y nos dijo que no se podía ver más que un patio con una fuente, por lo que no valía la pena.
Dimos una vuelta por la Catedral y pasamos por la Plaza de Armas, que estaba toda tapiada por refacciones. Después mi amiga nos llevó a la calle Bandera, que es una zona comercial en el Centro, donde había casas de ropa de segunda mano donde se podía conseguir ropa nueva (es decir, revendida por sus dueños pero sin usar) por monedas. Allí conseguimos algunas gangas que hicieron que revolver percheros valieron la pena.

Luego fuimos a almorzar al patio de comidas de un shopping llamado Mall del Centro, donde también compramos algunas cosas a buen precio. Después paseamos hasta el Cerro Santa Lucía, al que subimos en ascensor, y caminamos un rato hasta su cima, desde la cual pudimos ver una protesta callejera bastante grande en favor de Palestina y en contra del conflicto armado entre ésta e Israel (en Santiago hay un club palestino). Después descendimos por el mismo ascensor y nos fuimos a tomar el metro cuando ya comenzaba a atardecer.
Nuestro último punto de visita el sábado fue el shopping Costanera Center, que es el edificio más alto de Sudamérica y tiene una forma de bala. Bueno, al menos yo le vi forma de bala. Allí está el único H&M del subcontinente, y como fanática que soy no pude dejar de hacer una pequeña compra en el local. Después aprovechamos para tomar un café y volvimos al departamento de mi amiga en bus.

Al día siguiente no teníamos mucho tiempo porque el vuelo salía a las 17:20, por lo que aprovechamos para hacer unas compras de último momento en el Alto Las Condes, donde conseguí unas gangas gracias a las rebajas de temporada. Todos contentos, volvimos al departamento de mi amiga para buscar nuestros bolsos y nos subimos a un taxi con rumbo a la estación Manquehue, donde nos subimos al metro rojo (línea 1) hasta Pajaritos como indiqué antes.
Ya voy a escribir un post acerca de comprar en Santiago de Chile porque vale la pena. Como el país transandino tiene un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, adquirir electrónica, ropa y otros bienes es bastante conveniente (no como comprar en el País del Norte pero es mucho más barato que Argentina).
Llegamos al aeropuerto de Ezeiza casi a las 20.30, en el que fue mi vuelo número 40. ¡Todo un número! 🙂
Foto de portada (propia): vista desde el Cerro San Cristobal al atardecer
Yo hice un vuelo parecido, en Gol, y no me quedé dormida en el cruce. Cuando se cruza el punto más alto de la cordillera, la azafata avisa que por unos minutos se apagan varios controles (no sé por qué es esto…).
Hola Fernanda! La azafata no dijo nada esta vez, creo que no pasó nada raro o no me di cuenta jaja. Creo que se veía el Aconcagua pero no sé si puedo asgurarlo.
Abrazo!
Lo que mas recuerdo de mi viaje al cruzar la cordillera, fue que el comisario de a Bordo iba a mi colegio (un año más grande) y se había vuelto re amanerado.
Jajaja gracias por compartir tu experiencia Lean.
Abrazo!
Hola Nair, está muy piola tu blog… muy entretenido. Me dieron ganas de ir a Santiago este verano con mi mujer y hija (19 a). Es muy cara la estadía?.. es decir hospedaje y comida?..
Gracias!..Cariños!
Waldo
Hola Waldo! Gracias por comentar. Creo que hay para todos los presupuestos. Santiago es un poco más caro que Buenos Aires. Alojamiento no sé porque me hospedó una amiga pero desde el transporte a la comida es un poco más caro que acá.
Saludos!